Enviamos flores por un nacimiento, por una boda y por una muerte. Las flores están siempre presentes en los grandes momentos de nuestra vida y, de hecho, son una tradición cultural que representa una muestra de cariño y admiración hacia su destinatario.
Cuando conocemos la noticia de la defunción de un ser querido, lo primero que hacemos es enviar un ramo de flores a la familia. Y, por supuesto, las ofrendas florales no faltan en el Día de Difuntos. Pero, ¿cuál es el origen de esta costumbre?
Los entierros en la antigüedad
En las culturas más antiguas, los difuntos eran velados durante días por sus familiares y amigos, que entonaban sus rezos para que el alma del fallecido pasara al más allá. De hecho, se han descubierto enterramiento en Israel que datan de más de 13.000 años de antigüedad, y en los que se ha demostrado que por primera vez llevaron flores.
Igualmente, el uso de flores en los ritos funerarios también ha estado presente en sociedades antiguas como Egipto, la India o la América prehispánica.
En todas estas civilizaciones se empezó a usar flores para resolver un problema práctico importante: la ciencia no había avanzado tanto como para embalsamar debidamente a los muertos. En consecuencia, los cuerpos se iban descomponiendo lentamente a lo largo de todo el velatorio, lo que generaba un desagradable olor, que era necesario disimular para poder seguir con todo el culto religioso sin problemas. Para conseguirlo, se quemaba incienso en la habitación donde estaba expuesto el muerto, y también se llenaba de flores. Incluso se colocaban por encima del cuerpo. Con esta medida, el aire se hacía más respirable y el velatorio se podía realizar cómodamente.
Las flores en los entierros actuales
En la actualidad hemos mantenido las flores como parte del rito funerario y de despedida a nuestros seres queridos. Cada flor que llevamos a nuestros difuntos es una manera de reivindicar su recuerdo y homenajearles y, además, es una manera de llamar al triunfo de la vida por encima de la muerte. Tal y como decía Confucio, «compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir».
¿Algunas de las flores más habituales en los cementerios? Los claveles, que son símbolo de admiración, los gladiolos y su carga de sinceridad y, sobre todo, los crisantemos, la flor que recuerda con su breve floración recuerda que la vida es un tránsito.